Frente a la pregunta del doctor de la ley "¿Quién es mi prójimo?", el Señor nos enseñó las características del amor hacia nuestros hermanos en la parábola del buen samaritano.

Nuestro amor al prójimo debe ser práctico. No bastan las palabras de dolor sino acciones de Amor. Y también universal, sin excluir a nadie, ni por su raza, ideas, condición o religión.

Viendo el dolor y la miseria de los que nos rodean podemos ideologizar la caridad y no ponerla en práctica. ¿Cuál es mi actitud, como bautizado, para solucionar los pequeños y grandes problemas que afectan la vida de los hombres que viven junto a nosotros? Prójimo, equivale a próximo. Está más próximo a ti el que está unido por vínculos de parentesco, de amistad, de religión, de trabajo y, aún más, si te necesita. Bien dice el refrán: "la caridad bien entendida comienza por casa". ¿Por dónde debe comenzar nuestra caridad? Sin dudas, Jesús responde con esta parábola: por los que están más necesitados y próximos a nosotros. No obstante no podemos limitar nuestra caridad a ellos; tenemos que extenderla a todos, según nuestras posibilidades. En el camino de la vida hay muchos heridos necesitados de ayuda. Llagados en el cuerpo: familias hacinadas, niños hambrientos, enfermos que no tienen para curarse. Llagados en el espíritu: hombres confundidos por la ignorancia, dominados por el vicio, por un materialismo salvaje, que olvidan o no conocen que el fin último de su vida es la eternidad. Cuántos hombres y mujeres necesitan del buen samaritano porque no hallan modo digno de sostener su vida, víctimas del egoísmo humano, agonizantes a lo largo del camino de la vida.

Reflexionemos

El cristiano, verdadero hijo de Dios, no puede pasar así ante las carencias que ve a su alrededor ni vivir aislado pensando sólo en sí mismo, tratando de calmar su conciencia por el solo hecho de que cree en Dios. No nos engañemos. Como nuestro Salvador, que "vino a servir", los problemas de nuestros hermanos deben ser también nuestros problemas.

Nuestra Madre nos ayude a ser servidores como ella, que siendo Señora, se hizo esclava.